Es hijo de Okuboró que era rey de Añaguí. Un día siendo éste un muchacho, andaba con su séquito y vio una luz brillante con tres ojos, que estaba en el suelo. Al acercarse vio que era un obí (coco seco)
Elegguá se lo llevó al palacio, le contó a sus padres lo que había visto, y tiró el obí detrás de una puerta. Poco después todos se quedaron asombrados al ver la luz que salía del obí. Tres días más tarde, Elegguá murió. Todo el mundo le tomó mucho respeto al obí, que seguía brillando, pero con el tiempo, la gente se olvidó de él. Así fue que el pueblo llegó a verse en una situación desesperada y cuando se reunieron los arubbó (viejos), llegaron a la conclusión de que la causa estaba en el abandonado obí. Éste en efecto, se hallaba vacío y comido por los bichos. Los viejos acordaron hacer algo sólido y perdurable y pensaron en colocar una piedra de orishá (Otá) en el lugar del obí, detrás de la puerta. Fue el origen del nacimiento de Elegguá como orisha.
Es por tanto orisha mayor, y es quién tiene las llaves del destino, abre y cierra la puerta a la desgracia o a la felicidad. Es la personificación del azar y la muerte. Portero del monte y la sabana. Es hijo de Obatalá y Yemú. Es el primero del grupo de los cuatro guerreros (Elegguá, Oggún, Ochossi y Osun) del panteón yoruba. Ganó con Olofi, Obatalá y Orulá suficientes privilegios para ser el primero: Okana. Ningún orisha le antecede porque el mismo Olofi dijo: siendo tú el más pequeño y mi mensajero, serás el más grande en la tierra y el cielo, y sin contar contigo nunca será posible hacer nada...
También Olofi accedió a que fuera saludado y a que comiera antes que los demás orishas, así como a ser el primero a la entrada de la casa de Regla. Generalmente se acepta que Elegguá tiene veintiún caminos y sus caracoles son veintiuno. Es amigo y protector de Ochún (orisha de los ríos)
En el Diloggún habla por Okanasorde, Oggundá, Oddí y Ojuani (letras representadas en los siguientes números: 1-3-7-11; ver en otro archivo Ifá y Diloggún) Sus días son lunes y martes y todos los que caigan en tres. Se le celebra el 6 de Enero y el 13 de Junio.
Tradicionalmente la figura de Elegguá se encuentra muy vinculada a la de Eshú. Eshú es la encarnación de los problemas que acechan al hombre. No es una figura propiamente satánica, porque ningún orisha representa conceptos puros y todos admiten contradicciones. Eshu no es el Diablo, aunque estuviera presente en todas las desgracias. Vive en la calle, en la sabana y en el monte, y si entra en la casa, hay tragedia. Eshu Agroi y Afrodí, tienen cada uno veinticuatro caminos y veinticuatro caracoles.
La pareja Elegguá - Eshu constituye la expresión mítica de la inevitable relación entre lo positivo y lo negativo. Para los Yoruba, la casa significa el refugio por excelencia, el lugar privilegiado contra los avatares del destino. En su misma puerta reside Elegguá, marcando con su presencia la frontera entre dos mundos: el interno, de la seguridad, y el externo del peligro. Pero no puede haber seguridad sin peligro, ni sosiego sin inquietud y, por eso, la pareja Elegguá - Eshú es indisoluble a pesar de su oposición. Elegguá protege el hogar y cuando en él se presentan problemas, es que ha entrado Eshú, el vagabundo.
Elegguá es conocido en la Regla de Palo Monte como Mañunga, que es igual al Ánima Sola; Lubaniba, que es San Antonio de Padua; Nkuyu, que es igual a Elegguá Alagguana. Su nombre en Fon es Legba. Su nombre en Haití es Papa Leguá.
SU OKUTÁ: éste se confecciona dentro de un alguidar de barro de cerámica roja, o de un medio coco (obí), idealmente. Su otá es de canto rodado de color marrón oscuro, granulado, con forma de un “8”, como si representara a un niño pequeño. No obstante, su forma en sí lo determinará lo que marquen las letras u ordúnes del Diloggún. Lo circundan: 7 monedas doradas iguales, siete caracoles abiertos, una cadena de hierro, siete llaves de hierro, un candado abierto, un tridente de Eshú macho, y su faca ritual.
SU COMIDA: (ardimú) consiste en maíz seleccionado torrado en aceite de palmera (dendé), que se deposita dentro de un alguidar de barro. Luego lo circundan siete papas asadas pequeñas, y untadas con dendé. En su centro se depositan pipocas con miel (pochoclo, palomitas o pororó), siete caramelos de miel, siete trozos de dulce de membrillo y siete tajadas de naranja amarga de calle. Como adicionales de sus gustos lleva: aguardiente, tabaco, coco, pescado ahumado, bollitos, manteca de corojo y caramelo líquido.
SU COLLAR: Matipó de color rojo y negro, que representan la vida y la muerte, el principio y el fin, la guerra y la tranquilidad, el uno y el otro.
SU ROPA: viste una chaquetilla, un pantalón ceñido en la rodilla y un gorro rojo, grande como el típico de los cocineros. Todo en rojo y negro. En ocasiones, las patas del pantalón son rojas y negras, o en ambas, listas alternas. Tanto la chaqueta como el pantalón y sobre todo el gorro, suelen estar adornados con cascabeles, cuentas y cauris.
SUS BAILES: cuando este orisha se sube (monta a un médium), corre a situarse detrás de la puerta, que es su lugar ritual. Brinca y se agita como un chiquillo, hace muecas y mima juegos infantiles, como empinar un papalote y bailar un trompo. Les hace bromas a los espectadores, se va y luego regresa; no deja de hacer monerías, algunas de las cuales pueden ser eróticas. Siempre se le entrega un garabato con el que representa apartar la maleza, subrayando su papel de “abrir los caminos”. Frecuentemente baila en con un sólo pie, dando vueltas, en lo que parece ser una alegoría del remolino. En general, el carácter burlón e infantil con que se representa a Elegguá pretende imitar los inesperados virajes del destino, las alternativas, unas veces felices y otras desgraciadas, de la suerte. Elegguá personifica ese carácter totalmente impredecible del azar, que nos abre y nos cierra los caminos arbitrariamente y que, en tantas ocasiones, también parece burlarse de nosotros. Se le dedican tres toques en el “Orú del Eyá Aranlá”
AFLICCIONES QUE PROTEGE: Accidentes, riñas, muertes por hemorragia incontenible, traiciones, agua en la sangre, penas, miseria y SIDA.
PROTECCIÓN DE LA CASA: su planta principal es el membrillo y el mimbre. Con siete varas de ésta, finas, quemadas en fuego y untadas con dendé, se prepara una protección para la puerta de entrada de la casa. Se las ata con siete vueltas de cinta bebe roja, y se deposita, con un clavito, sobre la puerta de entrada al hogar. De esta manera, Elegguá estará cuidando siempre el frente.
SU DIJINGA: Lodé, Laná, Aguelú, Talamín, Talabeín, Lamundé, Demí, Barabó, Elegbara, Abailé, Achí Kuelú, Afrá, Afrodi, Agroi, Agatigaga, Agbanilegbé, Agbanukué, Agbálonke, Agberú, Agbó Bara, Agganiká, Aggó Meyó, Agongó Oió Oña, Agongó Ogó, Akerú, Akesan, Akileyó, Akokorobijá, Elegguá Alá Le Ilú, Alá Akomakó, Alá Ayiki, Alá Lú Banché, Alagbana, Alaketú, Alaroyé, Alaarú, Alimú, Alonná, Añaguí, Ara Idí, Arai Lelé, Arayeyí, Arere Obí Oké, Aridiyí, Aroni, Ayerú, Awere, Awó Bara, Baraiñé, Barakeño, Barakikereñí, Baralayikú, Baralanugbé, Barakikeñó, Ba Ti Eye, Beddún Belá, Beleké, Bi Biribí, Biawooná, Bibakikeñó, Chiguidí, Chikuá Bu, Chinki, Daguese, Eborikeké, Egbayilá, Elú, Elufé, Egberé Kikeñó, Ekileyó, Eré, Echeniké, Esi Ileñí, Ewe, Guiriyelú, Imalé, Iná, Iyelú, Kakará, Kakugbó, Oló Kako Alagadá, Ka Oloyá, Keneno, Keti, Kinkeyé, Kolofo, La Boni, La To Opá, Lawona, Luyi, Makenú, Marimayé, Merin Ba Ayé, Obá Keré, Obasin, Oddémasa, Oddé Mata, Odubelé, Oguani Lelé Alaroyé, Owani Legbé, Ogwiri Elú, Okaddá, Okú Boro, Okokoyé Biyé, Olanki, Oni Boddé, Onini Burukú, Osá Iká, Osiká, Sokere, Osá Lo Fabeyo, Yelú Lo Torun Boayé, etcétera.
SU CATOLIZACIÓN: Elegguá suele sincretizarse con el niño de Atocha, San Antonio de Padua y el Anima Sola. En Sudamérica con San Pedro y San Cayetano, además.
Por el camino del niño de Atocha, cuenta la historia, que en la ciudad del mismo nombre en España, había muchos cristianos presos durante los últimos años de la ocupación árabe. Nadie estaba autorizado a entrar en las prisiones, salvo los niños. Las madres y las esposas de los prisioneros, que sabían que éstos carecían de suficiente pan y agua, rogaban constantemente por que encontraran alivio a sus sufrimientos. Cierto día, un niño llegó a la prisión, cargando un cesto lleno de pan y un cubo lleno de agua con un cuenco para beber. Los moros quedaron asombrados al observar que después de haberle servido a los innumerables prisioneros, tanto el cesto como el cubo seguían tan colmados como al principio. De acuerdo a la leyenda, Jesucristo había atendido a las plegarias y había venido, como niño, a los que carecían de ayuda material y espiritual. Desde entonces es la imagen del niño de Atocha. Su fiesta se celebra el 1 de Enero. Su sincretización con Elegguá se relaciona al carácter infantil conque se presenta el orisha trayendo abundancia alimenticia, y a que de esta manera Elegguá hable en el Diloggún en Ocana, el primer ordun (primer día del año cristiano)
San Antonio nació en Lisboa. A los quince años tomó los hábitos en el monasterio de canónicos seglares de San Agustín. Predicó en distintos países, estuvo en África, y de él se cuentan elocuentes anécdotas. Discutiendo con alguien que no podía creer que la carne y la sangre de Jesús se encontraran en el pan y el vino de la misa, hizo que la mula del descreído despreciara un montón de cebada, aunque estaba medio muerta de hambre, y se arrodillara delante del Santísimo Sacramento. También se cuenta que en cierta ocasión se puso a predicar a la orilla del mar y que los peces se asomaron para escucharlo, ocasión que aprovechó para echarles la bendición. También se dice que le hablaba a gente de distintas nacionalidades y que todos lo entendían. La celebración de San Antonio con Elegguá está relacionada conque generalmente aparece representado con un niño en los brazos. Esta fecha corresponde al 13 de junio.
Varios caminos de Elegguá, como Alona, Lagguama, Eshu Bi, Baralanube, recuerdan al Anima Sola, a las almas que están ardiendo en el purgatorio y no tienen a nadie que rece por su salvación. El carácter un tanto desesperado de esta figura suele invitar a su manipulación mágica. Su sincretización con Elegguá es debido al perfil ambiguo de ambos. El Anima Sola necesita ayuda y no tendrá remilgos en atormentar a los mortales para obtener su ayuda, lo cual no resulta tan espinoso y comprometedor como acudir directamente al Diablo. Igualmente Elegguá es capaz de hacer de las suyas, sin llegar a identificarse absolutamente con el mal.
atte: omi lawa